El lenguaje natural, ese que todos hablamos, no está al servicio ni de la razón pura ni del arte; no apunta ni a un ideal lógico ni a un ideal literario; su fución primordial y constante no se la de construir silogismos, ni la de redondear períodos, ni la de plegarse a las leyes del alejandrino. El lenguaje está simplemente al servicio de la vida, y no de la vida de unos pocos, sino de la de todos y en todas sus manifestaciones: su función es biológica y social.