Andrés, el último habitante de Ainielle, pueblo abandonado del Pirineio aragonés, recuerda cómo poco a poco todos sus vecinos y amigos han muerto o se han marchado a la ciudad. Refugiado entre las ruinas de este pueblo fantasma, su anciana mente extraviada por la larga soledad sufrida evoca los días en que compartía su tiempo con su esposa, Sabina, y la desapacible afflición que sintío cuando encontro su cuerpo yerto en el molino, victima del suicidio, fruto de la desesperación...